Ocho relatos sobre el límite entre la realidad y ese otro mundo que se agolpa en la mente y retuerce lo conocido. Ser uno mismo o el otro que comete el acto, a veces, no es una decisión propia, sino que la vida juega malas pasadas y toma esas decisiones por uno, sobre todo cuando el golpe es tan fuerte como para querer ser el doble que desconocemos. Algo así pasa en el primer relato, donde un hombre desafortunado solo quiere ver los ojos de su amor por última vez, dando lugar a un desenlace abrupto sobre una alfombra y desencadenando la pregunta ¿él era él? Pregunta que se repetirá a lo largo de las historias, no solo por el cuerpo que realiza la acción, también por la razón que le dio lugar. En “La Plaga” sabemos que el protagonista es él pero no si él realmente está en él o fuera de sí, si es consciente de la realidad o si la realidad ha cambiado tal y como él la describe. Ambivalencia. Esa es la palabra que abre el recorrido de los cuentos, los enlaza y se hace letra en ellos.
El juego entre realidad, ensimismamiento y otredad no hace más que avanzar en el laberinto de la mente humana. Así continúa el relato, aunque mute de personaje y de hechos, como en “La oscura cárcel del olvido” o en “La Sociedad”, historias donde no se sabe bien quién es la o el protagonista, si es Salvador, la muchacha sin nombre, ni recuerdos, ni personalidad, la narradora devenida en La Mujer o la Sociedad de la que no se sabe mucho pero permanece presente, incluso después de su muerte. He ahí el punto de inflexión en varios relatos: la Muerte. Aparece La Parca en el primer cuento, casi como al pasar y sin querer, y se enreda en los demás de manera subrepticia, como si no quisiera estar, pero está y es una marca que ningún personaje puede quitarse de encima. Porque lo interesante, y he ahí el quid de la cuestión, es que morir no significa dejar de respirar, hay muertos que caminan y no se saben muertos porque no recuerdan el pasado. Por eso aparece Salvador para salvarlos, a él, a ella y al pasado, pero, por sobre todo, al futuro.
También hay vivos pidiendo morir para salvarse de la devastación llamada vida. Avanzadas las páginas parece que la cosa cambia, ¡ojo!, como si la vida tomase un giro o la tuerca cayese del lado correcto y no se tratase más que de un relato semi-onírico y algo esquizo. Pero no, aunque haya algo de eso. Una nueva muerte ronda la perspectiva de los reunidos y entre mate y mate, una rata pide develar un secreto de humo olvidadizo. Voy a decir que mi parte favorita de “Fu-manchú” es el juego fonemático sibilante (¿qué dice?), la repetición de la “s” en cada uno de los versos de corte, es decir, la aliteración presente como juego de una mente colgada en detalles particulares, como puede ser un sonido, tal cual este caso.
Mentes de cuerpos inquietos, cuerpos de mentes inquietas, mejor dicho, que preguntan incluso sin interrogar, habiendo acertado la respuesta hacen una pregunta desencadenada de lo sabido y oculto. La muerte, el amor, el horror y los lazos invisibles que surcan cada una de sus aristas. El por qué y el cómo no importa, sino el quién, sea el de una misma o el de esa otredad presente (de vuelta, propia o ajena, como es el caso de “Alicia”). Al fin y al cabo es por los quienes del mundo por los que hacemos lo que hacemos, ¿no? He ahí una nueva pregunta, no sé ya si propia del relato (de los relatos) o desprendida de su lectura (apostaría por esto último), sino pueden preguntarle a don Calderón qué opina al respecto. O a Esteban y al hombre oscuro, tal vez encuentren así el camino hacia el agujero negro que no es más que la metáfora viva del devenir humano: incertidumbre y duda. Al fin y al cabo, la escritura es la expresión de la vida y qué es la vida sino “reflexiones propias, todo es una avalancha de palabras, propias, ajenas, propias, que siempre son ajenas vueltas propias.” Si no me creen, lean estas historias y refuten todo lo que he escrito.
Sin más para decir que: bienvenida sea la aventura y ¡buen viaje!
Diana Guerscovich Nacida en Gualeguay, Entre Ríos, al terminar la secundaria se mudó a Rosario para estudiar la carrera de Letras. Se recibió de profesora en 2016. Impartió talleres acerca de la crónica literaria, participó de las veladas literarias de ALALetra y algún que otro encuentro poético. Participó como operadora y locutora en Palo y a la Bolsa, programa radial emitido por Planeta Cabezón (2013-2016) y luego en Sin Antena radio (2017) junto a Exe Arrua como colocutora y operadora. Hoy día vive nuevamente en Gualeguay donde se desempeña como tallerista, profesora particular, artesana de la encuadernación y parte del micro emprendimiento alimenticio Armando Hamburguesas. En 2018 se dio a conocer como correctora y editora textual Gracias a su proyecto Códex Ediciones. Dice que el trabajo de tesista es frustrante y algún día concluirá la escritura de su trabajo de investigación.